Los Arcángeles de Sopó • Ángeles de Sopó • Arte religioso • Iglesia Divino Salvador

El tema angélico en el barroco virreinal

Tanto España como Hispanoamérica las series angélicas fueron frecuentes en conventos e iglesias, y hubo pintores que se especializaron en el tema. Por lo que a España respecta hay que destacar las dos series pintadas por Bartolomé Román (1596-1659) para los conventos madrileños de La Encarnación de Peter de Jode. En Las Descalzas es notable un lienzo con los siete arcángeles, que unos atribuyen a Máximo Stanzione (1585-1656) y otros piensan que pueda ser de Francisco Guarino (1611-1654). La escuela sevillana hizo un aporte interesante a la iconografía arcangélica, especialmente Zurbarán y su taller, como ha señalado Lara para las series conventuales de San José y de San Roque, en Aguilar de la frontera, que atribuyó a Bernabé de Ayala; el mismo autor ha recordado otras series andaluzas en el convento de Santa Clara de Carmona, la de los Carmelitas Descalzos de Seilla, etc.
 

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Arcángel Gabirel. Detalle.

La escuela andaluza tuvo una prolongación en el virreinato del Perú con ejemplos atribuidos a Zurbarán, a Bernabé de Ayala o a los Polanco, y hasta en la iglesia de San Pedro de Lima existe una réplica de los siete arcángeles de Bartolomé Román. Pero lo que es preciso destacar es un tipo de ángel criollo, que los Mesa han llamado «angel andino», porque se desarrolló principalmente en el Alto Perú. Es un tipo angélico distinto del conocido de la pintura europea, que presenta una vestimenta llamativa a base de amplias mangas, camisa y sobrefalda de ricos brocados. Destacan los de Calamarca, inventariados como existentes en 1728, y llamados «arcabuceros» porque van vestidos a la moda militar del siglo XVII, con valona y casacas de mangas acuchilladas, que dejan ver la camisa, chaleco largo y calzón corto, con medias y ligas, más zapatos con lazos. Estos ángeles recuerdan la moda militar del conocido cuadro Holguín: «Entrada del Virrey Morcillo en Potosí:. Los ángeles de Calamarca guardan no poca semejanza con la serie que hay en la ermita de Allende, en Ezcaray, ya que al parecer fueron enviados desde Perú en el siglo XVIII. Hay otra serie arcangélica con atuendo y poses militares eb Challapampa, en las cercanías de Juli, que depende del foco de Calamarca, lo mismo que otras del pueblo de Peña, en la diócesis de La Paz. Quedan todavía dos series en sendos lugares de la jurisdicci´øn de Oruro, en Sorasora y Yarvicolla, más cuadros sueltos en el Museo Nacional y en la Pinacoteca de San Francisco, en la capital de Bolivia.

Gracias a los Mesa conocemos el desarrollo de esta icnografía angélica en el Alto Perú, y si bien no han encontrado una respuesta satisfactoria a la profusión de estas series de ángeles militares o arcabuceros en la zona andina, si han visto que la fuente literaria es el libro apócrifo de Enoc, en sus capítulos VI a XXXVI libro de los Angeles, en los que se consignan estas funciones:

Baradiel es el ángel príncipe del granizo; Barahiel es el príncipe del rayo; Galgaliel es el príncipe de la rueda del Sol; Kokbiel es el ángel príncipe de la noche; Matariel es el príncipe de la lluvia; Ofaniel es el príncipe de la rueda de la Luna; Raamiel es el ángel príncipe dl trueno; Raasiel es el ángel príncipe del terremoto; Rhatiel es el príncipe de los planetas; Ruhtiel es el príncipe del viento; Salgiel es el ángel de la nieve; Samsiel es el príncipe de la luz del día; Zaamel es el ángel príncipe de la tempestad; Zaafiel es el príncipe del huracán; Zawael es el ángel del torbellino y Ziquiel es el ángel de los cometas. No se sabe por intermedio de qué fuentes pudo llegar el texto de Enoch al Nuevo Mundo, pero dada la corrupción de los nombres cabe suponer que hubo un texto vehicular que ofreció los nombres muy alterados, eso explica las extrañas grafías de las inscripciones.

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